El Estado y lo real de nuestras vidas


Si el resultado final de la revuelta del 2001 fue el gobierno de Kirchner, podemos decir que el quiebre provocado por la insurrección popular no fue tan grande como quisiéramos creer. También podemos ensayar la tesis de que cuanto mayor es el abismo que se abre ante el desgarramiento social, más pátina "nacional y popular" va a tener la respuesta estatal.

Tal es así que hoy se nos dice que hay que agradecerle a los gobiernos progresistas de latinoamérica este resurgir de lo político (Kirchnerismo es el nombre local de la reaparición de los viejos populismos). Pero sabemos que la respuesta estatal no puede cubrirlo todo. Los nuevos caminos, apenas explorados, todavía están ahí. Como dijo Raquel Gutiérrez Aguilar en una entrevista de Marzo del 2006: hay que aprovecharse del "momento gozoso". Hoy no nos van a meter presos; mañana tal vez sí, pero hoy no. Hoy el Estado tiene que salvar las formas. Aunque hasta cierto punto, porque por supuesto que es mentira que no haya represión.

El gran desafío es pensar sin Estado. La gran cuestión, el punto neurálgico de este momento político es la tensión entre actuar como un espejo de los aparatos estatales, o tomar distancia respecto de sus mecanismos represivos e ideológicos. Es la mayor dificultad, ya que el mal menor existe y es efectivo. Y las formas estatales han probado sobradamente una enorme capacidad de adaptación a (y cooptación de) la organización colectiva.



Pero, ¿cómo mantenerse a distancia del Estado, cuando muchas cuestiones que atañen a nuestras vidas pasan por lo estatal? Bueno, esa es la gran cuestión. Porque si no adoptamos el principio de distancia no nos queda otra que inclinarnos por lo existente y posible: en contra de / a favor de...

Sabemos que desafiar toda autoridad no es ni liberador ni emancipativo: es un contra-libreto. Una fórmula para la felicidad. Una muanual de cómo vivir, que no supera los antagonismos sociales, sino que elige dos o tres principios regulatorios para actuar en el sentido opuesto. Es caminar el mismo camino, pero al revés. Cuando hacemos exactamente lo contrario a lo que dicen nuestros libretos, no los hemos superado. Seguimos pegados al libreto, sólo cambiamos la forma de estar pegados.

El problema no es el sentido, sino la dirección. Pero ahí donde las personas se organizan, no hacen falta organizaciones. La dirección no puede venir de afuera. La dirección es inmanente, no trascendente.

Hay que empezar a abordar el problema del poder, sabemos que no podemos plantearnos "la toma del poder" estatal como el objetivo central... Aún si nos propusiéramos semejante cosa, no sabemos dónde está el poder. No sabemos dónde vive, cuál es su dirección y código postal.

Pero no tomar "ese" poder no significa no tomar el poder (el propio poder)- Y en contra de la tesis Gramsciana de que "no se puede escoger la forma de guerra que se desea", yo creo que va siendo hora de que apostemos no sólo por elegir e inventar nuevas formas, sino también elegir nuestras guerras.

Lo real de nuestras vidas desborda la cristalización de las relaciones de dominación y explotación. El Capital y el Estado vienen a sostener el desgarro del lazo social, vienen a aparentar una unificación que siempre es inconsistente (que una y otra vez necesita declararse muerta para seguir viviendo). Hay una ley preexistente al "determinante en última instancia". Una ley no escrita cuya sanción hay que esconder todo el tiempo.

No podemos saber si el Estado se desintegrará por la lucha y la organización no estatal, o si habrá que interactuar con la lógica estatal en el peor de los casos. Pero de ser así, es cuestión de establecer demandas concretas y realizables. Y no cosas que sabemos que el Estado no puede satisfacer.

Las luchas emancipativas a distancia del Estado son relativamente una novedad. Es decir: el cuestionamiento del orden capitalista y democrático-parlamentario por fuera de la dirección de los partidos; la acción colectiva organizada a partir de la singularidad de una idea igualitaria, sin subsumirse a las particularidades sociales (étnicas, sexuales, etc). La problemática de hoy es la del sostenimiento de estas luchas en el tiempo.

La emancipación (de este modo de vivir, de esta vida sin ideas, de esta equiparación a la animalidad) no puede derivarse de la integración de demandas básicas. Afirmar que vivimos una Totalidad que sólo puede superarase al reemplazarla por otra Totalidad es mala poesía. Lo real de nuestras vidas no está ni en el sistema ni en la imaginación: Está en la política.

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