Judicialización, fase superior del imperialismo


Sobre la "plusvalía jurídica" de Horacio González

Horacio González (H.G.) insinúa en su reciente artículo que a la maquinaria del capitalismo mundial se le soltó una palanquita, y que ahora pareciera estar en manos del derecho financiero internacional.

A este fenómeno lo llama "plusvalía jurídica". Ahora, ¿por qué la simbiosis entre capital y judicialización -o también- la fusión entre mercados financieros globales y ciertos Estados -que en su relación de fuerza con otros Estados cumplen más eficientemente su rol de representantes de la clase dominante- tendría la forma de una "plusvalía"?

Plusvalía es exceso, brecha entre capital y trabajo. ¿Qué hay de exceso en la fusión entre jueces y capitales- fenómeno registrable desde los albores del capitalismo? ¿La simple constatación de que hoy, digamos, esta articulación parece más aceitada que nunca? 

No se entiende la necesidad de descontextualizar viejas categorías e inventar nuevas fórmulas. No se entiende muy bien el porqué de toda esa fascinada descripción de una maquinaria financiera perversa que se basa en nuevos instrumentos de dominación: esta nueva, nuevísima amenaza tiene que ser evitada a toda costa, aún si entre este Mal Absoluto de la especulación financiera tendremos que optar por el Mal Relativo del capitalismo serio, sustentable y con inclusión social.

Esto es compatible con la idea de que hay fondos buitre y fondos palomita blanca. De que hay sociedades armónicas respaldadas por gobiernos populares que se ven amenazadas por un mal exterior, mal del que estarían exentos si el movimiento del capital no obedeciera tan ciegamente la ley del valor. Podríamos revisar la vigencia de estos presupuestos, no tanto por razones teóricas, sino más bien históricas. Pero no sirve de nada la tergiversación.

Si por plusvalía entendemos, tan simplemente, el tiempo robado al trabajo productivo, el tiempo de trabajo abstracto no remunerado que los capitales se disputan, ya sea mediante juicios, guerras, propaganda y campañas de todo tipo... ¿qué hay de plusvalía en la mera instrumentación jurídica al servicio del capital?

No confundamos, la plusvalía no se produce: se transfiere de un capital a otro, se acumula. La decisión de un tribunal de transferir capitales, de decidir arbitrariamente quién cobra y quién no, no es una fuente de valor, no contiene trabajo humano abstracto. Es, si queremos usar las categorías marxistas, un mecanismo de transferencia de plusvalía, pero no es plusvalía. 

Lo que H.G. plantea ya no es una crítica de la economía política, sino una mucho más modesta crítica de la judicialización económica. Porque no existe ninguna "economía jurídica". Este mecanismo se corresponde más con la renta. La renta no es plusvalía. La renta es un dinero que se cobra por algo que no contiene trabajo. El precio de la renta está establecido por los ritmos de producción y por la competencia, pero no en función del trabajo incorporado, sino en función de una operación extraeconómica, que es la de apropiación. No hay un "tiempo de trabajo necesario" en aquello que produce renta. La renta es la sustracción de una parte de la plusvalía. La renta se corresponde con la producción inmaterial, con la producción de saberes, y por sobre la renta no hay plusvalía, sino pura y dura apropiación: los tribunales deciden quién es el dueño, a quién y cuándo se transfieren los capitales. No hay valor generado en la apropiación. Es una confusión muy común: pensar que el puro acto de apropiación extraeconómica es una especie de trabajo, generador de valor. No es así. Se trata de un ajuste en los criterios de legalidad, un apriete. La intervención de tribunales es un hecho ajeno a la producción de valor, sólo aparece como instancia de mediación en la disputa por la plusvalía. 

Entonces, ¿qué sería la plusvalía jurídica en tanto "producción de conceptos" tales como la elevación a sujeto histórico del especulador financiero (el proletariado RUFO, según H.G.)? Eso es propaganda pura, y no veo la necesidad de fascinarnos tanto ante su infinita especificidad. No hay tal especificidad, es pura ideología. Propaganda vulgar. ¿O acaso cierta judicialización al servicio del capital está bien, y es tolerable hasta cierto punto? H.G. dice que en "condiciones adecuadas de sensatez colectiva" hay que pagar, pero el problema comienza con el excedente de judicialización, que se materializa en "producción de conceptos". 

El triunfo de la ideología neoliberal es haber logrado que nos consideremos, individualmente, pequeños capitalistas invirtiendo en nuestro futuro, y colectivamente, Estados vulnerables frente al peligroso avance del capital. Como individuos estamos librados hacer elecciones en base a un abanico de opciones que se nos imponen: ¿invierto en mi salud, o en mi educación? Como ciudadanos que conforman un Estado, estamos obligados a honrar nuestros compromisos, o sucumbir en el desierto de la barbarie capitalista.

El problema no es la judicialización del capital, sino su plena mundialización, como nunca se vio antes. Esa es la verdadera amenaza. La judicialización no es una causa, sino un efecto de la mundialización del capital, del hecho de que el mundo de los negocios tiene mayor universalidad que los tribunales de La Haya, o cualquier injerencia del derecho internacional. Este andamiaje de la judicialización está determinado por "actos de habla", pero las formas democráticas de Estado también lo están. Es una cuestión política, pero no una cuestión de Estados versus jueces. ¿Acaso no está también el mundo de los negocios constituido por "actos de habla"?

El exceso, falta o equilibrio de aparataje jurídico que acompaña o lleva en su seno el movimiento libre del capital es un fenómeno inmanente a esa circulación. En todo caso la lección es que nos movemos hacia formas menos democráticas en el sentido puramente parlamentario del término. Nos acercamos hacia formas menos compatibles con el Estado de Derecho tan caro a las almas patrióticas.

Dicho esto, la única salida es política, pero no la que propone H. G., que sigue enfrascado en la equivalencia entre política y poder, entre gobiernos “populares” y "procesos de democratización" que no son más que integración a formas de Estado. Si el capital se mundializa, tenemos que mundializar el distanciamiento de las formas políticas que sostienen al capitalismo, entre ellas la democracia (Estado de derecho) y el totalitarismo (Estado policial). Si las formas jurídicas a las que suscribe un Estado particular no tienen patria, son dictadas y ejecutadas por tribunales supra-nacionales, entonces ¿de qué sirve encapsular la discusión en términos de Estados amenazados? Son esos mismos Estados los que absorben el derecho, los que firman el contrato, los que se suscriben al imperio de la norma. 

Cuando Lenin escribió "El imperialismo, fase superior del capitalismo" la idea de que el capitalismo llegaba a su fin se respiraba en el aire. Ahora que el capitalismo llegó para quedarse, y que ya directamente circula bajo el nombre "economía", adivino que H.G. no tendría muchos reparos en proponer que estamos frente a la "Judicialización, fase superior del imperialismo". En este nuevo sistema de reglas internacionales, o supra nacionales, el derecho financiero internacional es peligroso para los Estados de Derecho. Hay un derecho que anula a otro, lo reemplaza y lo contiene. El derecho financiero internacional sobre-determina al Estado de Derecho. Las normas de un Estado (en singular) son casos particulares de una norma general del flujo de capitales, y si existe algún tipo de contradicción entre una y otra, la norma general absorbe a la particular. 

Pero esto fue así desde el principio. El problema es que es el mismo Estado de Derecho el que funciona como garante de la circulación del capital. Pero para escapar a esta conclusión es necesario haber encontrado a alguien a quien culpar, el enemigo a la medida justa. Desde el gobierno ahora se dice que los fondos buitre financian los sindicatos, a los partidos opositores, a los medios de comunicación no alineados, etc. 

Cuando la política deja de ser una causa que defender o una idea que afirmar, se convierte en una norma reseca cuya vigencia sólo depende de una norma peor, que viene a reemplazarla, cuyo nivel de monstruosidad hay que azuzar todo el tiempo.

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