Respecto de la "aclaración con respecto al populismo" de Slavoj Žižek


No sé desde dónde leer este trabajo de SZ, publicado originalmente por teleSUR. Si la propaganda enemiga reduce la política a la economía, haciendo del hostigamiento económico una efectiva arma de dominación y reduciendo a los pueblos a animales en cautiverio que sólo quieren vivir mejor, ¿por qué tendríamos que hacer lo mismo, en sentido contrario? ¿por qué apoyar el populismo, si parte de los mismos supuestos, aunque benevolentes, paternalistas, caritativos?

Este razonamiento le da la razón al enemigo, si es que aún, dando por sentado todos estos presupuestos, aún podemos hablar de un enemigo, ¿o a quién está dirigido el texto? ¿A los liberales progres, occidentales, blancos, que ven al populismo con ojos discovery channel? No hace falta hurgar mucho en la llaga: Son esos mismos gobiernos populistas los que se encargan de eliminar la esperanza, la posibilidad aún no realizada, ni siquiera percibida, en la situación. Son ellos mismos los que se encargan de diluir esta posibilidad. ¿O el evidente desgaste y normalización de todos los procesos latinoamericanos -aludidos en el texto o no-, son pura casualidad?

No quiere decir abstenernos de la más férrea crítica interna cuando ello sea del caso, pero debe tratarse estrictamente de una crítica interna, una crítica entre aliados. Como diría Mao Tse Tung, este tipo de crítica es propia de las “contradicciones al interior del pueblo” y no contradicciones entre el pueblo y sus enemigos.

Esto naturaliza la idea anti-política de pueblo (interior) y enemigo (exterior). Una idea que SZ ha criticado insistentemente y con toda razón. Todo esto es, en el fondo, una muestra patente de la fragilidad de nuestra situación. De que la discusión real, la posibilidad misma de discutir "entre pares" está opacada desde el vamos por el apremio de gestionar el capitalismo, de asegurarnos un marco regulatorio bajo fronteras nacionales, de protección, puertas adentro, de lo nuestro frente a la amenaza exterior, de hacer que la circulación de mercancías fluya sin llevarse todo, armando como se pueda un afluente artificial, para que el río no se desboque, no se salga de cauce... De hacer del capitalismo (y su garante, el Estado) el centro privilegiado de la acción política, erigiendo muros precarios que mantengan la ilusión de un adentro y un afuera, una moneda, una identidad, una soberanía nacional... todo al servicio de la normalidad, de no interrumpir los negocios, de que la rueda siga girando como todos sabemos que gira.

También es una rémora de la vieja tradición marxista: el "apoyo crítico" a movidas reformistas en vistas de un horizonte más prometedor. No renunciar. Hacer que la democracia institucional, parlamentaria, sea consistente consigo misma, ponerla a la altura de sus principios. Algo que -sabemos, y SZ lo sabe, y lo ha dicho incansablemente- no puede ocurrir. Sin embargo, la propuesta de SZ es insistir en ese punto. En dar la pelea ahí, en esos modestos cambios, en el lento camino, paso a paso, de la reconstrucción del viejo Estado de Bienestar, ahí donde hubiera, si es que lo hubiese habido. Y de no haberlo habido, que lo haya. Que haya lo que hubo, o que haya lo que pudo haber habido. Esas son nuestras cartas. Es lo que hay.

Pero hoy ser explotado bajo la condición de un trabajo estable es considerado un privilegio. De la misma forma, el más tibio cambio reformista (modestia pragmática y razonable) es considerado revolucionario. ¿Debemos alegrarnos?

Lo mismo que SZ le critica a Thomas Piketty, que aumentar impuestos no alcanza, que es una medida parcial e insuficiente, que ante mayores cargas impositivas el capital vira hacia otros mercados más sumisos... esa misma crítica se ajusta perfectamente a su apoyo firme al populismo. No alcanza. Tanto el apoyo como la oposición, por sí mismos, son parte del problema, son parte de la situación, de su estado, de sus posibilidades ya conocidas. No hay "desde donde" justificar ese apoyo o rechazo. La apuesta más difícil, y la única que vale la pena, es construir, instituir, inventar ese "desde dónde", ese cuerpo organizado que sea capaz de prescribir el apoyo o no a tal o cual "medida de gobierno". Porque el "apoyo crítico", a secas, sin "desde dónde", no sirve para nada. Simplemente me parece más productivo asumir que no hay ninguna "izquierda radical" que hoy pueda justificar las comparaciones con Mao, que andar suponiendo que sí, que existe, y que su única oportunidad es la de ocupar el hasta ahora lugar de la “izquierda timorata”.

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