¿Quién puede controlar al orden capitalista mundial post-superpotencias? - Slavoj Žižek



En un mundo dividido y peligroso, debemos enseñarles algunos modales a las nuevas potencias.

Fuente: The Guardian
Traducción: Martín López

Para conocer a una sociedad no basta con conocer sus reglas explícitas. También hay que aprender cómo aplicarlas: cuándo obedecerlas y cuándo no, cuándo rechazar las ofertas que se nos hacen, y en qué momento estamos efectivamente obligados a hacer algo fingiendo que es nuestra libre elección. Tengamos en cuenta, por ejemplo, la paradoja de la oferta-hecha-para-ser-rechazada. Si un pariente rico me invita a comer a un restaurante, ambos sabemos que él pagará la cuenta, pero aun así tengo que insistir en que dividamos los gastos - Imagínense mi sorpresa si mi pariente un día dice: "OK, pagá vos". 

Durante los caóticos años del mandato post-soviético de Yelstin había un problema similar. Aunque las reglas explícitas eran conocidas – y prácticamente las mismas que regían en la Unión Soviética-  la compleja red de reglas implícitas y no escritas que sostenían todo el edificio social se desintegró. Durante los años de la Unión Soviética, si querías una mejor atención médica, o, digamos, un departamento nuevo, o si tenías una queja contra las autoridades, o te habían citado a la corte, o querías que a tu hijo lo acepten en una mejor escuela, sabías cuáles eran las reglas implícitas. Estaba claro a quien había que acudir, o a quien se podía sobornar, qué podías y qué no podías hacer. Luego del colapso del poder soviético, uno de los aspectos más frustrantes de la vida cotidiana de la gente común es que estas reglas implícitas ya no estaban para nada claras. Nadie sabía cómo reaccionar, cómo lidiar con las regulaciones explícitas, qué se podía ignorar o dónde funcionaban los sobornos (una de las funciones del crimen organizado era brindar una especie de legalidad sustituta. Si tenías un pequeño negocio y un cliente te debía dinero, acudías a tu protector mafioso para lidiar con el problema, ya que el sistema legal no era eficiente). La estabilidad social bajo el régimen de Putin se debe en gran parte a la transparencia recientemente establecida de estas reglas no escritas. Hoy, nuevamente, la gente entiende muy bien cómo manejarse en la red compleja de interacciones sociales.

En el escenario político internacional estamos lejos de haber alcanzado esa fase. En la década de 1990 había un pacto silencioso que regulaba la relación entre Rusia y las potencias occidentales. Los estados occidentales trataban a Rusia como una superpotencia, bajo condición de que Rusia no se comportara como tal. Pero, ¿qué pasa cuando la persona a quien se le hace la oferta-para-ser-rechazada efectivamente acepta esta oferta? Es una situación catastrófica que amenaza toda la textura vigente de los vínculos sociales - tal como ocurrió hace cinco años en Georgia. Cansada de que sólo la traten como una superpotencia, Rusia empezó a actuar como tal.

¿Y cómo llegó a esto? Es que el "siglo americano" llegó a su fin, y entramos en un período en que se han estado formando múltiples centros del capitalismo global. Los sistemas capitalistas en los EEUU, Europa, China, y tal vez incluso Latinoamérica se han desarrollado con ciertas improntas regionales: Los EEUU representan al capitalismo neoliberal, Europa representa lo que queda de Estado de Bienestar, China representa al capitalismo autoritario, y Latinoamérica al capitalismo populista. Luego de que fracasara el intento de los EEUU de imponerse como la única superpotencia mundial -la policía universal-, hoy aparece la necesidad de establecer reglas de interacción entre estos centros locales, con respecto a los intereses en conflicto.

Por eso es que nuestros tiempos son más peligrosos de lo que parecen. Durante la guerra fría las reglas de conducta internacional estaban claras, garantizadas por la locura de las superpotencias: la promesa de la destrucción mutua. Cuando la URSS desobedeció estas reglas al invadir Afganistán pagó muy caro su infracción. La guerra en Afganistán fue el comienzo del fin. Hoy las viejas y nuevas potencias se están tanteando unas a otras; intentan imponer su propia visión de las reglas globales, poniéndola a prueba a través de sus delegados, que son, por supuesto, naciones y estados más pequeños.

Karl Popper elogiaba el método científico de falsabilidad, porque, según decía, se puede dejar morir a las hipótesis en lugar de nosotros. En los experimentos de hoy, se deja morir a las naciones pequeñas en lugar de las grandes - Ayer Georgia, hoy Ucrania. Aunque los argumentos oficiales son altamente moralistas y siempre remiten a los derechos humanos y sus libertades, la verdadera naturaleza del juego salta a la vista. Los acontecimientos en Ucrania son como la secuela de la crisis en Georgia - la siguiente etapa en la lucha geopolítica por el control de un mundo no regulado, de múltiples centros.

Ya es hora de enseñarle a las viejas y nuevas potencias algunos modales. Pero, ¿quién está dispuesto a hacerlo? Obviamente, sólo una entidad internacional puede lidiar con semejante cosa - más de 200 años atrás, Immanuel Kant vio la necesidad de un orden legal internacional basado en el surgimiento de la sociedad global. En su proyecto de la Paz Perpetua, escribió: "Ya que, en mayor o menor medida, las comunidades de los pueblos en el mundo han desarrollado hasta el momento la idea de que una violación de los derechos en un lugar repercute en todo el mundo, la idea de una ley de ciudadanía mundial no es para nada una noción altisonante o exagerada."

Esto, sin embargo, nos lleva a lo que probablemente sea la "contradicción principal" del nuevo orden mundial (para usar este viejo término maoísta): la imposibilidad de crear un orden político mundial que se corresponda con la economía capitalista global.

¿Y qué si, por una cuestión estructural y no sólo por limitaciones empíricas, no puede haber una democracia mundial o un gobierno mundialmente representativo? ¿Y si la economía de mercado mundial no puede ser directamente organizada como una democracia liberal con elecciones globales? 

Hoy, en nuestra era de la globalización, estamos pagando el precio de esta "contradicción principal". En política, las fijaciones arcaicas y las identidades particulares, substanciales, religiosas, y culturales volvieron para vengarse. Nuestra situación se define por esta tensión: la libre circulación global de las mercancías es acompañada por una creciente separación de la esfera social. Desde la caída del Muro de Berlín y el surgimiento del mercado mundial, hay nuevos muros erigiéndose por todos lados, separando a las personas y a sus culturas. Tal vez la supervivencia de la humanidad dependa de la resolución de esta tensión.

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